A mediados del siglo XX, en
nueva Zelanda, la intensa y enfermiza amistad de dos adolescentes termina en
una tragedia cuando deciden matar a la madre de una de ellas. En 1994, el
director Peter Jackson lleva al cine este terrible suceso ocurrido en 1994 .
Kate Winslet interpreta el papel de Juliet Hulmes y Melanie Lynskey el de
Pauline Parker la joven que comete el matricidio en complicidad con su
amiga.
El
diario de Pauline nos revela una suerte de cuarta dimensión construida por
ambas adolescentes, en la que se refugian para dar rienda suelta a su frondosa
imaginación. En ella, tienen una especie de santoral con los famosos actores de Hollywood
que las protegen frente a los enemigos reales (sus padres) que quieren separarlas. En ese mundo paralelo, se inspira Jackson para darle un tono más
sensorial que dramático a su película. Los hechos se entrelazan con un realismo
mágico, un ambiente onírico y lésbico que de algún modo justifica la pérdida de cordura de ambas adolescentes en el momento del crimen.
Ambas se habían diluido en el
anonimato cuando el éxito de Criaturas celestiales revela que una de las
asesinas es la famosa escritora de novelas policiales de la época victoriana
Anne Perry, cuya identidad había cambiado apenas arribada a Inglaterra.
La mediatización del caso y
los cuarenta y cinco ladrillazos en el cráneo de la Sra. Parker, se hacen
abruptamente presentes en su exitosa vida de escritora. La opinión pública, sus
lectores esperan una respuesta y Anne Perry deja que Juliet Hulmes hable en su
lugar : <En el reformatorio, donde pasé seis años, no me dejaron ni leer ni
escribir. Allí reconocí el mal que había hecho y me arrepentí y pagué el precio
que tenía que pagar… Si crees en el perdón, acéptalo y sobrevivirás. Porque
vivir con culpas es como vivir lisiado>.
Juliet Hulmes , con una
infancia desarraigada, llega a Nueva
Zelanda para mejorar su salud, ya que padece de tuberculosis. Sin un verdadero
amparo de sus propios padres que viven viajando, encuentra verdadero afecto y
admiración en Pauline Parker, su compañera de banco en la escuela. Pauline
pertenece a una familia sencilla de bajos recursos que no alcanza a comprender
los delirios de su hija y menos aún la estrecha relación que mantiene con
Juliet. La noticia del divorcio de los Hulmes y el viaje inminente de Juliet a
Sudafrica para vivir con su tía, lleva a Pauline a planificar lo que ella llama
en su diario “El feliz evento”: el asesinato de su propia madre en
complicidad con su amiga.
Para Anne Perry esa macabra
historia, pertenece a Juliet Hulmes y quedó encapsulada hace más de cuarenta
años en un rincón de su memoria. Actualmente se describe como una inglesa de 80
años, que vive en un pueblos costero de las tierras altas de Escocia y
que se ha convertido, desde hace muchos años, en una prolífica y exitosa
escritora de novelas policiales.
Sus novelas más que policiales
son verdaderos thriller históricos porque tanto la saga protagonizada por
Thomas Pitt de 1979, como la del inspector Monk de 1990 nos presenta una minuciosa
radiografía de la sociedad victoriana de finales de siglo XIX y comienzos del
XX. La política exterior, la guerra de Crimea y sus consecuencias, el alto
nivel de hipocresía de los aristócratas y la pobreza extrema de los barrios
bajos forman parte del contexto y escenarios de sus tramas.
Aunque los crímenes están
presentes en sus novelas, tal vez son ellas una forma de redención para Perry, ya que de un modo u otro, siempre exaltan los valores de humildad, honradez,
equidad y justicia.
El personaje más controvertido para la crítica, a la luz de
los acontecimientos revelados, es el de Williams Monk, inspector de policía, quien aparece en su primera novela El
rostro de un extaño, como un amnésico que después de un accidente deja de
recordar el pasado y comienza a reconstruirse a sí mismo a través de sus
acciones y la relación que mantiene con los otros. ¿Habrá, en él, algún tipo de conexión con los deseos de la escritora?
Como en toda historia
intrincada y escabrosa siempre quedan algunos cabos sueltos. Pauline Parker se
marchó de Nueva Zelanda, diez años después de su liberación para fijar
residencia en Londres y dedicarse a la cría de caballos; sin embargo, nadie
puede asegurar que, en los cuarenta años de mutismos, estas dos mujeres no se
hayan vuelto a ver o si aún siguen en contacto.
Sólo podemos afirmar que su profesión de escritora, la religión mormónica y su fe en la redención nos
permiten hoy seguir disfrutando de la literatura de Anne Perry.
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