Villa Dolati y el conjuro de los románticos





En una mansión del siglo XVIII, enclavada a orillas de un lago de Ginebra, Suiza, una noche de un verano desapacible, se conjuraron cuatro célebres escritores románticos para dar rienda suelta a su imaginación y, sin proponérselo, no sólo torcieron sus propios destinos, sino que también ampliaron los contornos del universo de ficción y el de sus lectores.



Para ser más precisa, esa reunión se llevó a cabo el 16 de junio de 1816 y, en medio de una atmósfera de aparecidos y fantasmas, de truenos y relámpagos, nacieron dos criaturas tan terroríficas como trascendentales para la literatura y el cine:


Frankenstein o el moderno Prometeo   de  Mary Shelley    y      El Vampiro de William Polidory
                                                     


   
















Un mes antes, el famoso Lord Byron  había alquilado Villa Diodati para iniciar un exilio voluntario de su amada Inglaterra, acompañado de su joven médico el Dr. Polidory.

 Para compartir y disfrutar de los encantos naturales que rodeaban a la casa, Byron invitó a una joven pareja, el poeta Percy Shelley y su joven amante la señorita Mary Goldwin, que tan sólo contaba con 18 años. 


Sin embargo, el primer conjuro lo recibieron de la madre naturaleza. Una increíble explosión volcánica en Indonesia produjo un cambio climático en el centro  europeo y una lluvia de cenizas con olor a azufre llegó acompañada de frío y tormentas.

Para matar el tedio de estos espíritus románticos, las noches se convirtieron en un aquelarre donde sólo se oían leyendas fantasmagóricas del folklore germano y el crepitar de las llamas en la chimenea. De pronto, el ingenioso Lord Byron les propuso a sus huéspedes escribir un relato inspirados en esa atmósfera que ellos mismos habían creado y, en la que concierta concurrencia, citaban los experimentos sobre el galvanismo y la posibilidad de dar  vida a los cuerpos muertos a través de descargas eléctricas.

Ninguno de los dos célebres poetas dejó algo de su pluma esa noche para que fuese recordado por la posteridad; sin embargo la futura esposa de Shelley dio a luz a Frankenstein y el joven Polidori trajo al mundo a El Vampiro.                    

La obra de Mary Shilley,  si bien al comienzo fue publicada en forma anónima por los pruritos de la época,   fue bien recibida por la crítica romántica; tras su originalidad, se construyó todo un simbolismo político, psicológico y ético. La política lo asoció con el terror consecuente a la Revolución Francesa, la psicología, con la doble identidad oculta en los seres humanos y la ética, con el peligro humano de jugar a ser Dios. No obstante, Frankenstein llegó a su pináculo literario un siglo después de la mano del celuloide en 1931. Protagonizado por Boris Karloff.

El Vampiro, en cambio, no recibió la acogida del monstruo de Mary Shelley, se habló de plagio, de ultrajes. 

Al parecer el joven y anodino doctor concibió a su vampiro como el alterego del  mujeriego,  egocéntrico y bien parecido Byron del que probablemente estaba enamorado y del que  no pudo soportar sus críticas y desplantes. 

  El caso es que, cuatro años después de aquel encuentro en Villa Dolati, la iniquidad, el desprecio y la depresión llevaron al suicidio al infeliz Polidori, cuando solamente contaba con 24 años.

 Su legado literario recién fue reconocido con la publicación de Drácula de Bram Stoker a finales del siglo XIX  para  continuar con su apogeo hasta nuestros día, en literatura, con autoras emblemáticas, en el género, como Anne Rice y, en el cine, con Crepúsculo por nombrar una de las tantas sagas sobre vampiros.  




En esa atmósfera mágica del verano que nunca llegó, la muerte de Polidori fue la primera de estos cuatro conjurados.  Percy Shelley pereció, envuelto en un halo de misterio, en el naufragio de su barco que lo llevaba a Pizza para reencontrarse nuevamente con su amigo Byron. El joven poeta, ya casado con Mary, recién entraba en la treintena de su vida.  

En 1824, dos años después, preso de un espíritu inquieto e indolente, Byron puso toda su bravura en luchar por la liberación de Grecia del dominio otomano, y fue herido mortalmente en una de las batallas.   La única  excepción de esa seguidilla de trágicas muertes en torno a Villa Dolati, fue Mary quien después de la publicación de Frankenstein, se dedicó a salvaguardar la memoria de su querido esposo, como así también su corazón  que guardó  en un cofre antes de que cremaran sus restos.

Ese memorable encuentro de los conjurados románticos en la Villa suiza sigue siendo fuente inagotable de inspiración para los escritores y guionistas contemporáneos.
Las piadosas, novela de Federico Andahazi, como el film
Mary Shelley son claros ejemplos. 
La película muy bien ambientada, y aunque, con un guión libre, sabe captar el espíritu de ese memorable encuentro en la Villa.  Puede verse en Netflix 











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