Juana de Castilla

 


Juana de Castilla de María Teresa Álvarez

Reseña

Juana de Castilla

Reseña

Juana de Castilla vive en cautiverio en el palacio de Tordesillas, desde que su madre no la dejó regresar a Ganges donde estaba el resto de la familia que había formado con su esposo, Felipe, el Hermoso.

 A partir de esa infame aceptación, por ser heredera del trono de Castilla vivió prisionera de quienes supieron manipularla. Después de la muerte de Isabel, su marido y su propio padre decidieron que fueran “otros” los que se encargaran de manejar su reino. La oportunidad de rebelarse le llegó con los comuneros; sin embargo, prefirió acceder a los designios de su hijo, el emperador.

Con la ausencia de los pocos amigos que pudo hacer en cautiverio y la separación de su hija menor por tener que contraer matrimonio con el rey de Portugal, empezó a declinar cada vez más hasta sumirse en un silencio profundo que la llevó a la muerte.

 

 

Juana de Castilla

El título de esta obra ha sido elegido con gran acierto porque no ha sido una reina en posición del con poderes para gobernar, ni tampoco una loca, ya que gozaba de sus plenas facultades mentales para conducir su vida y elegir de qué modo deseaba vivirla.

Sin embargo, un carácter débil, subyugado a las personas que amaba y respetaba incondicionalmente, una educación estricta y una práctica religiosa martirizante, la convirtió en un ser pusilánime, que sólo sabía expresar su rebeldía tras crisis nerviosas, definidas como berrinches de una insana.

 Juana de Castilla es una novela histórica, documentada con suma precisión por su autora, y su trama, por momentos, adquiere los tintes de un drama, donde los diálogos, entre los escasos personajes que rodean a la prisionera, van marcando lo que ocurre tras los muros de esa fortaleza a lo largo de cuarenta y seis años de cautiverio.

 Pero también es una novela psicológica donde su protagonista no parece evolucionar a pesar de todas las traiciones y malos tratos de que es objeto.  Y justamente esa apatía, esa inacción, de parte de una reina no despierta empatía, sino desencanto por no haber estado a la altura de otras reinas, coetáneas a su persona e inclusive de estrecha consanguineidad, como sus hijas María de Austria, gobernadora de los países bajos e Isabel de Dinamarca, Suecia y Noruega.

Valoración         1/2

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