Los arcanos de las catedrales góticas

 

Catedral gótica de Colonia, Alemania


Las catedrales góticas emergen como templos monumentales, llenos de luz y color cuyas estructuras de piedras ascienden hacia el infinito con una sobrecogedora levedad.

 También se las conoce como catedrales francesas porque su técnica de construcción nace en la región de Ile-de –France o cuenca parisina.  

                                      Notre Dame de París

La novedad del estilo, en comparación con el románico, es la curvatura ojival de los arcos, vidrios y bóvedas, como así las agujas de plomo de los campanarios, símbolos de un contacto más próximo con lo divino. 



Sin embargo, por más que el imaginario místico de la época hallara, en estas estructuras, la mejor representación de recogimiento espiritual; su verdadera existencia ha respondido a los intereses del poder: la cruz y la corona.


Después de la ansiada reforma llevada a cabo por el abad Suger, la Iglesia de Saint Denis se convierte en la primera construcción religiosa de estilo gótico.

 

En los tres siglos siguientes, decenas de catedrales y miles de basílicas y parroquias se erigieron o reformaron respetando los preceptos básicos de este estilo.

“Así, la arquitectura gótica pasa a ser concebido para mayor gloria de Dios.”

  Nada tan lejos de la realidad, sino se toma en cuenta el pacto tácito que la Iglesia católica hizo con las sabidurías y creencias enraizadas en el imaginario colectivo de la época.

Los arcanos de la piedra

Las piedras son las páginas y las catedrales, los compendios donde los constructores, talladores, y el resto de los operarios han dejado un verdadero testimonio de época de valiosísimo interés para la posteridad. 


 
Las logias

Los maestros constructores protegían con un hermetismo solemne los secretos de sus técnicas y, al momento de ser transmitidos, lo hacían, sino verbalmente, a través de un lenguaje críptico que quedaba grabado en algún recoveco oscuro del templo. 


Esa misma desconfianza, en relación hacia los otros hacedores, los llevó a conformar una logia que no sólo los incluía a ellos, sino también a los albañiles (maçons en francés).  


 A ese sentimiento de camaradería se agregaron otros como la honradez y la lealtad e incluyeron a personas, ajenas al gremio, pero dignos de pertenecer a esa fraternidad que los acogía. 


Con el tiempo esas logias masónicas, cuyos integrantes estaban ya muy distantes del oficio, se transformaron en las sociedades secretas más importantes del s XIX y, en ocasiones puntuales, archienemigas del Vaticano.


Los talladores

Las esculturas en piedra que ornamentan principalmente los exteriores de las catedrales no siempre respetan la iconografía cristiana; sino que por el contrario manifiestan el libre albedrío del tallador, producto del tedio de la rutina o de algún sentimiento anticlerical.

 Es así como aparecen figuras diabólicas en las gárgolas



o representaciones de personajes notables de la nobleza o el priorato.


Y aunque la Iglesia ha tratado de justificar esos exabruptos no siempre ha salido airosa como es el caso del enano defecando. 

  


Los alquimistas

La alquimia practicada desde tiempos inmemoriales encuentra en las naves secundarias de estos templos, en las capillas o en las criptas, ambientes propicios para el desarrollo de sus actividades en forma subrepticia y nocturna. 

  La emblemática Notre Dame de París, además de cobijar, en la literatura, al famoso jorobado de Victor Hugo, tiene varios alquimistas. El más destacado es el anciano con el gorro frigio y la capa que escudriña el horizonte mientras acaricia su larga barba.


Las fiestas paganas

Pero no todas las actividades anticlericales eran secretas, las fiestas bacanales en honor al dios del vino se hacían a plena luz del día. Un despliegue de carros alegóricos, transportando jóvenes totalmente desnudos y maquillados tenían como escenario las catedrales góticas.


Una columna de la catedral de Estrasburgo presenta un bajorrelieve que describe una procesión satírica en la que un cerdito porta un recipiente con agua bendita seguido de asnos luciendo hábitos sacerdotales. 

                                                    Notre Dame de Estrasburgo, Francia

¿Por qué la Iglesia hacía la vista gorda frente a tales manifestaciones herética? Es una respuesta que requiere previamente despojar al medioevo de ese manto sombrío, reprimido y compungido conque la historia, la literatura y la propia Iglesia por siglos lo ha querido disimular.

 

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