
Los cierto es que Flamel era un escribano, copista y librero
perteneciente a la burguesía parisina en la que los temas esotéricos no le eran
del todo indiferentes. Había nacido en 1330, cuando ya la Iglesia había dejado
de ser la única portadora del saber.
En su propia casa, en la rué número 51 de Montmorency, muy cerca de la torre de Saint-Jacques (Santiago Apóstol), dedicaba el matrimonio gran parte de su tiempo en realizar sus experimentos en el sótano dentro de un hermetismo absoluto.
A partir de su peregrinación a Santiago de Compostela en
busca de Iluminación para traducir el texto Abraham, el Judío, que había
llegado misteriosamente a sus manos, la historia y la leyenda se fusionan y sólo
tenemos testimonio de algunas de sus obras.
Se dice que a su regreso, y gracias a un rabino judío, el pudo traducir el códice, y convertirse en un verdadero alquimista que alcanzó fortuna y la vida eterna. Aunque lo único que se ha comprobado es que después de varios años de muerto, pretendieron exhumar sus restos y la tumba estaba vacía.
Tantas habladurías dieron tema para la ficción literaria como
la cinematográfica

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