El alma de las piedras y el mito jacobeo



El milagro jacobeo sostiene que tras el martirio del Apóstol Santiago, su cuerpo llegó providencialmente a Iría Flavia, Galicia, en el Finisterre, lugar donde se creía terminaba el mundo. 










Los reinos del norte, Galicia y Asturias, estaban replegados por el poderío del califato de Córdoba y agredidos frecuentemente por los saqueadores vikingos y visigodos. El hallazgo del sepulcro en el siglo IX fue un acontecimiento importante no sólo desde el punto de vista religioso,  sino también geopolítico.

Según la tradición un ermitaño se presentó al obispo Teodomiro en Iría Flavia y le habló de la presencia de unas luces sobre un montículo rocoso. Teodomiro acudió al lugar y, cuando comprobó con sus propios ojos esa lluvia de estrellas sobre el peñasco, decidió indagar qué había bajo la piedra. Al encontrar los restos humanos de tres hombres y, aviniéndose a las tradiciones orales, dedujo que uno de ellos debía ser el del Apóstol.


 Dicho descubrimiento, tomado como una señal del cielo,  fue comunicado al rey Alfonso II de Asturias. El monarca más interesado en lo mundano que en lo milagroso, ordenó la construcción de una pequeña capilla sobre el sepulcro.





Poco a poco el mito jacobeo traspasó la frontera de los Pirineos y se desarrolló el culto que motivó la famosa peregrinación. 



Ese camino hacia la tumba de Santiago, se convirtió con los siglos en un movimiento continuo no sólo de fe, sino de corrientes artísticas y filosóficas, además de  un importante motor de desarrollo social, económico y urbanístico. 





La mitificación de las piedras formaba parte de la cultura gallega mucho antes de este hallazgo y con la veneración del sepulcro del Apóstol Santiago, de algún modo la Iglesia fusionó lo pagano con lo místico. El pedrón que se encuentra en la Iglesia de Padrón había sido en principio un monolito pagano dedicado a Neptuno donde más tarde la Iglesia de Roma grabó una cruz y lo convirtió en un símbolo de la tradición jacobea.      
Novelistas como Paloma Sánchez-Garnica con El alma de las piedras y Jesús Sánchez Aladid con El mozárabe contribuyeron a popularizar y enriquecer con sus investigaciones el mito Jacobeo.  








   

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